miércoles, 27 de abril de 2011

Semana Santa Chilanga 2011



Visitar la Ciudad de México es algo que siempre he disfrutado. Será porque nunca he tenido que ir por cuestiones laborales, en general, siempre he ido a cosas divertidas  y hasta educativas, además de tiempo disponible para gozarla.
El secreto mejor guardado de los chilangos poco a poco ha comenzado a develarse, eso de que la ciudad estaba vacía y disponible para ser disfrutada durante la Semana Santa ya no lo es tanto. Entre el 80% de defeños que se queda, según estadísticas, y el montón de provincianos que decidimos visitarla esos días pues resulta ser que todos los lugares turísticos y de esparcimiento están hasta el gorro.
 Aquí cabe hacer mi reconocimiento público a todos los chilangos. Poco a poco, he visto como el chilango promedio ha ido dejando atrás esa arrogancia que los caracterizaba y los hacía sentirse por encima de cualquier otro ciudadano de este país. Ya sea porque hay muchas ciudades que ya cuentan con la infraestructura y servicios que el DF ofrece, o bien, porque se han dado cuenta que el hecho de vivir en una de las ciudades más grandes y pobladas del mundo tiene sus asegunes. El chiste es que cada vez se ven y se oyen menos los comentarios de superioridad cosmopolita y eso les sienta bastante bien. Además, el sólo hecho de pensar que viven en una ciudad llena de lugares tan disfrutables y que no pueden gozar por cuestiones de tiempo los vuelve casi mártires. Es tanto como estar eternamente en una pastelería y ser alérgico al trigo. El mayor ejemplo de estoicidad chilanga que merece toda mi admiración es su capacidad de ver mermado su espacio vital y no perder el estilo. Miren que eso de tener a alguien en una fila que se supone debería ir detrás de ti y que esté casi encima, puede poner de mal humor a cualquiera, es más, creo que es hasta atenuante en caso de homicidio. No entiendo cómo pueden vivir con eso y peor, viendo gran parte de su vida pasar en medio del tráfico citadino y para colmo, saber que están en el lugar elegido por todos los marchistas, plantonistas y demás mitoteros de este país que deciden ir a expresarse por allá aunque su inconformidad nada tenga que ver con las autoridades que ejercen en dicha ciudad. Eso no es vida, definitivamente.
Ya nomás viéndolo por ese lado, a pesar de lo que ya comentaba sobre los muchos chilangos que deciden no salir en Semana Santa y los muchos otros provinicianos que decidimos aventurarnos en su territorio esos mismos días, de verdad agradezco poder disfrutar la Gran Ciudad de México sin tráfico. Los sitios turísticos son otra cosa, pero a eso vamos con tiempo disponible, es parte del chou. De verdad, creo que es una de las ciudades con mayor oferta en cuanto a diversión, cultura, esparcimiento, para todos los gustos y para todos los presupuestos. El único problema es que sean tanta gente en un solo pedacito. Son muchos en las calles, muchos en los museos, muchos en los parques, muchos en los restaurantes, muchos por todos lados. Siempre, a todas horas del día, son muchos. No hay manera de evitarlos. Ellos creen que se esquivan entre sí y que salen con ventaja en muchos casos pero no es así. Creen que le ganan al otro en los semáforos cuando se adelantan para dar vuelta hasta la mitad de la calle transversal pero lo único que logran es entorpecer el paso de quienes circulan en sentido opuesto. Creen que le ganan al otro cuando se enciman para entrar al metro antes de que salgan quienes vienen en él, pero no es así. Aclaro, esto no sucede siempre, ni lo hacen todos, pero entiendo un poco que en su mayoría lo hagan así. Es como revivir la ley de la selva y el afán natural de supervivencia. Eso fácilmente hace que la civilidad se deje de lado.
La aventura de esta vacación en la Gran Ciudad de México 2011 comenzó 3 horas después de lo programado por cuestiones de mecánica automotriz que nos vieron forzados a hacer una parada previa en un bonito y conocido lugar llamado Palmillas,  donde estuvimos a la buena del mecánico de turno de la refaccionaria Al, esperando a que, junto con su equipo de expertos subiera y bajara el tanque de gasolina de mi camioneta hasta que por fin quedara instalada la bomba adecuada. En el inter, comimos dulces de los que venden a la orilla de la carretera, vimos pasar carros, jugamos, cantamos y le conté a la #minibanda las verdaderas historias carreteras que me tocó vivir cuando era chica, aventuras que los niños de ahora prácticamente desconocen gracias a que los carros son cada día más eficientes, los servicios en carreteras son mejores y a los benditos aparatos de conexión intergaláctica.
Al día siguiente, el sano ambiente vacacional se dejó sentir en Six Flags, casi 2 horas para entrar. Después de explicarle al encargado de taquillas en turno que no estaba bien que a sabiendas de que es una de las temporadas con más gente, sólo tengan 3 taquillas disponibles al menos nos sentimos desahogados, pero esto no nos evitó ni un minuto de fila. Adentro, lo que comentaba sobre el espacio vital se dejó sentir. Gente encimada, prácticamente todo el tiempo.
Lo mismo sucedió en el Museo de Cera. Éramos muchos para entrar, adentro seguíamos siendo muchos, aunque la gente ahí con más paciencia para tomarse la foto con su estatua favorita, la cooperación y el relax vacacional ayudaban.
El periplo se complicó en Palacio Nacional. Como si no fuera suficiente ver el Zócalo completamente invadido de plantones que perseguían las más diversas causas, desde el SME, pasando por personal de Mexicana y demás manifestantes que hacían parecer esa gran plancha más bien una comuna hippie donde todo intercambio social y biológico pudiera suceder (en este momento echo a volar mi imaginación y casi puedo crear una novela que sucediera en ese lugar).
Palacio Nacional como en sitio de guerra, completamente rodeado por vallas, soldados y policías. Ni modo, dudo volver a tener oportunidad de visitar los salones y las exposiciones temporales que ahora presentan así que, apechugamos, rodeamos hasta la calle de Moneda, nos formamos entre las vallas, pasamos las 3 revisiones que te hacen las/os policías con cara de pocos amigos. Pasamos los 2 arcos detectores de metales, entregué mis 3 plumas porque era eso o volver a formarse en la fila de paquetería y pagar $10 pesos para que las guardaran. Entre los artículos que NO podían ingresar se listaban, además de plumas y lápices, dulces, cigarros, encendedores, cerillos, globos, líquidos, bombas atómicas, granadas de fragmentación, armas - ni blancas, ni químicas, ni biológicas se permitían (bueeeno, de las biológicas no aclararon mucho, se me hace que no estaban ‘tan’ prohibidas). No se podía entrar con la cabeza cubierta, ni con lentes de sol.
Por supuesto, la arrogancia de los guardias de seguridad se hacía notar a cada instante. Te hablaban firmemente, celosos de su deber. No pude evitar pensar que ojalá así estuvieran puestos para defender TODA la nación, no nada más Palacio Nacional. Ojalá así de exigentes y firmes fueran para vigilar las carreteras de este país, sobre todo las del norte. Ojalá así de protegidos pudieran saberse los transportistas, quienes viajan en autobuses, la gente que ha sido asaltada y abandonada en las carreteras, quienes han presenciado, o peor aún, perdido la vida, en una de las múltiples balaceras, los familiares de los desaparecidos que ahora han aparecido en las fosas, los presidentes municipales que han sido asesinados ….en fin… todos aquellos a quienes las instituciones de seguridad nos han quedado a deber en México ¿Qué se puede decir ante semejante desplante de prepotencia y paranoia en Palacio Nacional? Si esa muestra fuera general, sería otra cosa. Esta vez sí me sentí no sólo ofendida, hasta un poco humillada por el desplante y por el hecho de sentirnos completamente a su merced. Sumado a eso, al volver a mi bonita y provinciana ciudad me entero del decreto para reformar la Ley de Seguridad Nacional y tiemblo. No puedo evitarlo luego de ver como el ejército entró a casa de una empleada de mi hermana así sin más, una noche, según ellos atendiendo a una denuncia ciudadana ¿Están los legisladores mexicanos lo suficientemente capacitados para aprobar una ley semejante? Peor aún ¿son las autoridades mexicanas lo suficientemente capaces para aplicar una ley semejante? Ufff de sólo pensarlo, me da escalofrío.
Eso sí, la exposición en Palacio logró hacer que por un momento se me olvidara el mal rato, ver documentos históricos que normalmente no se encuentran en una sola colección sino repartidos y unos incluso ni siquiera expuestos al público es una maravilla. Recorrer las principales etapas de la historia de nuestro país desde la conquista a través de documentos, pinturas y demás artefactos y poderlo disfrutar con la minibanda ha sido una de las mejores experiencias de nuestra vida sin duda ¿qué quieren que haga? No puedo evitar sentirme así.
Llegar a Teotihuacán al día siguiente, con todo y sus multitudes me devolvió la fe en este país. Pensar que civilizaciones previas fueron capaces de tal desarrollo me hace creer que no podemos quedarnos sin esperanza. Dudo que los teotihuacanos hayan remotamente imaginado que gente de todo el mundo vendría a admirar sus templos. Eso sí, todos formaditos, siguiendo la valla de plástico y las amables instrucciones del personal del INAH que se encarga de vigilarlas aunque no de quitar los bonitos recuerdos que osan dejar algunos enamorados en las mismas pirámides con corrector ¿por qué no borrarlos? Por cierto, vale muchísimo la pena la experiencia de comer en el restauran La Gruta, atrás de la pirámide del Sol, todo un acontecimiento.
Por lo demás, El DF espectacular, las glorietas y camellones con montones de agapandos que tanto me gustan. Poco tráfico, comida deliciosa y mejor compañía. Las amistades allá siempre hacen que valga la pena cualquier disposición de su H. mejoralcaldedelmundo con tal de compartir un momento con ellas. Así que si me preguntan, con todo y todo, tendré que revelar el secreto de la semana santa chilanga, lo siento.
P.D. Vale mucho la pena echarle un ojo a las promociones y demás información con que cuenta el sitio de la Secretaría de Turismo del Distrito Federal http://www.mexicocity.gob.mx/ ;)

lunes, 11 de abril de 2011

No marchen con la Marcha, crónica de una cuasidesilusión


Después de mucho pensarlo, de leer opiniones a favor y en contra, de reflexionar sobre lo que podría o no lograr al acudir a un evento así, después de analizar cuán hartos estamos todos de marchas, plantones, movimientos que a final de cuentas parecen hacer lo que el viento a Juárez a las autoridades, después de un día ajetreadísimo con el inusual calor de abril en estas tierras, el miércoles pasado por fin me decidí y me lancé, ya no a la marcha, sino solamente al cierre de la misma fijado a las 6 de la tarde en la Plaza de Armas. Esto último, simplemente por cuestiones de horario y compromisos que me impedían acudir a la hora en que iniciaba la marcha.
Incluso poco antes de salir, decidí revisar comentarios y lo que sucedía en la marcha en otras ciudades. Amparada en el principio legal “que no le digan, que no le cuenten”, opté por ir, muy a pesar de lo que leía por varias razones que a continuación enlisto:
1.       Porque la marcha se titulaba “estamos hasta la madre” cosa con la que de entrada, me identificaba plenamente.
2.       Porque la impotencia me ha rebasado y eso de quedarme sentada a ver la lluvia pasar, no es lo mío, soy de las que le gusta mojarse.
3.       Porque no creo que sea justo que el día que me pregunten mis hijos “mamá ¿tú qué hacías cuando pasaba todo eso terrible que nos cuentas de la guerra fallida contra el narco’” yo les conteste: “nada m’hijito, escribía en mi blog, me quejaba en tuiter, disertaba en cafés y reuniones y pegaba cosas en mi muro de FaceBook.”
4.       Porque lo he mencionado varias veces aquí y en cuanto lugar he podido hacerlo, no creo que sea válido acostumbrarnos a la violencia, a ver los muertos desfilar, a ser testigos del horror sin más, a no sentir empatía por quienes han sufrido en carne propia las consecuencias de esto y por quienes se han vuelto un “daño colateral” más.
5.       Porque sé que en varias ciudades del país, afortunadamente, la violencia no se ha hecho sentir como en la mía y quizá eso haga que la urgencia no se note tanto. Pero sé que tampoco estamos tan mal como en otros lugares, cuyos niveles de violencia no estoy dispuesta a que alcancemos. Simplemente no creo que pudiera resistirlo impávida.
6.       Porque no puedo pregonar la importancia de los movimientos ciudadanos si no estoy dispuesta a participar en uno.
7.       Porque nunca había sentido la urgencia de participar en una marcha, ni en mis años de mayor grillez y creo que la empatía que sentí al ver desgarrado a un padre (de los muchos que he visto sufrir últimamente porque sus hijos han pasado a ser “pérdidas colaterales”) me colmó el plato.
8.       Porque al parecer las cosas estaban calmadas en la marcha en San Luis, no había enfrentamientos ni cosas por el estilo. La cosa parecía bastante civilizada. Aunque estuve a punto de rajarme en el último minuto, pensé que no tenía nada qué perder que no fuera tiempo.
9.       Porque era una buena forma de pasar la tarde, haciendo lago provechoso con mi hija mayor. Nada como aprender directamente de las vivencias.
10.   Porque estoy segura de que es responsabilidad del gobierno protegernos, hacer cumplir la ley y combatir el narcotráfico, pero también estoy segura de que debe haber una forma más efectiva de hacerlo y me siento con la responsabilidad de hacer valer todos los medios y formas que estén a mi alcance para hacerles saber mi inconformidad.
11.   Porque era lo menos que podía hacer, porque me llegó el hartazgo y la impotencia al mismo tiempo y como dicen: un perdido, a todas va.

Habiendo ya planteado mi “exposición de motivos” paso a lo siguiente, les contaré cómo estuvo la cosa por acá:
Anotación al margen, cuando nos dirigíamos hacia la Plaza de Armas, en el camino, le iba explicando a mi hija a dónde y a qué íbamos, lo que era una marcha, a qué se debía, qué era lo que se pedía y demás. De repente, ella muy consternada por lo que le explicaba, me interrumpe para decirme: “mamá, te tengo que decir algo muy importante, que me tiene muy triste y preocupada.” Por un momento pensé que me iba a decir que ella prefería que se vendieran drogas, que creía que el Ejército estaba cumpliendo con su deber, que había decidido unirse a los unos miniZetas, que se había cansado de estudiar y quería ser NINI al fin que no les iba tan peor, que ella pensaba que estábamos mejor antes, cuando se negociaba con los grandes capos y ellos controlaban todo, que ella creía que estaríamos mejor con López Obrador…. en fin…. como toda mujer, me llené la cabeza de cosas antes de que la enana pudiera hablar y lo que me quería decir era que ella creía que no le había ido muy bien en el examen de Formación Cívica y Ética, que porque su maestra le había comentado eso y que tenía miedo de reporbar…. De momento sí me molesté por la noticia, antes de montar en pantera, hice uso de mi capacidad de tolerancia (muy minada para estas alturas) y traté de sacar provecho de la situación: le expliqué la importancia de estudiar y poner atención en esa clase precisamente. Le hablé de que la gente que tenía secuestrado al país no tenía la más remota idea de lo que se enseñaba en esa clase y por eso estaban las cosas tan mal. Pasada la clase con ejemplos prácticos, llegamos a la antes llamada ‘plaza borracha’, por aquello de que durante un buen tiempo (casi toda la década de los 90) se la pasaba tomada. Cosa que ya no es muy común.
Mi adorada Plaza de Armas lucía regia con un sol brillante a las 6 de la tarde. A lo lejos ya se escuchaban los discursos por el altavoz. Soy mala para calcular, según los periódicos locales y los organizadores había alrededor de 300 personas.
Al principio sentí un escalofrío y mucha emoción, los discursos iban en el tenor de que no nos podíamos quedar de brazos cruzados, de las acciones que como ciudadanos podíamos hacer, que era nuestra obligación levantar la voz y cosas parecidas. Me gustó el tono, aunque mientras escuchaba, me puse a observar lo que decían las cartulinas y mantas que portaban algunos de los presentes. Me sorprendió una manta de un movimiento (no recuerdo las siglas) que pugnaba por la renacionalización de Ferrocarriles Nacionales y Telmex, por ejemplo. A la princesa, le llamó la atención una que decía que en las próximas elecciones no diéramos ningún voto al PAN ni al PRI y me preguntó discretamente “entonces, ¿por quién quieren que votemos?” Contesté que por las otras opciones, listé rápidamente algunos partidos, entre ellos al PRD y me dijo “¿pero cómo, si me contó el abuelo que el PRD y el PAN se querían juntar para ganarle al PRI? Entonces cómo quieren que le ‘hagamos’, por qué dicen eso si se quieren juntar?” Opté por quedarme callada, sólo le dije que en la casa le explicaba.

El micrófono estaba abierto, prácticamente quien quisiera podía hacer uso de él. Tuve oportunidad de escuchar a gente muy sensata, que hablaba de empatía, de dolor, de no dejarnos caer, de lograr que el miedo se transformara en fortaleza. Se mencionaron varias propuestas de actividades que podíamos realizar como ciudadanos para mostrar nuestro rechazo a la violencia, entre ellas la de poner una cartulina en nuestras casas, a la vista, en la que dijéramos que estábamos en contra de la violencia. Quien lo mencionó dijo que era para ver qué sentía el gobierno al ver todo el país tapizado con esas cartulinas. Otra propuesta, que me pareció buena, fue la de salir a barrer las calles de la ciudad, a manera de “limpia”. Se habló de la importancia de la denuncia, de mostrar rechazo ante cualquier actitud que pareciera ilegal y sobre todo, de denunciar el abuso de autoridad. Hasta ahí todo iba bien. La minimarchista incluso gritaba emocionada “¡México, México!” a coro con el resto del contingente, cosa que me conmovió. Me dijo que porqué no le había dicho que hiciera una de las cartulinas de “No más sangre” que a ella le hubiera salido muy bien. Que quería una playera de ésas o al menos una como la mía.
Después la cosa cambió, entre los presentes comenzaron a gritar consignas contra Calderón del tipo “muera” y cosas de ese tipo. Ahí como que ya no me gustó. En el inter, desde el micrófono alguien decía que toda esta violencia era producto del capitalismo (sic) que con un régimen socialista nunca pasarían esas cosas… (Me tuve que contener para no buscar al interfecto cuando bajó del kiosko, para que me explicara su teoría) y así, poco a poco, el discurso se politizó. De pronto se hablaba de gobierno espurio, de que el ciudadano honrado López Obrador no hubiera permitido que sucediera algo así (sigo con la duda de cuál será la propuesta de dicho ciudadano honrado para combatir el narcotráfico), del SME, de los medios vendidos (sic) y de cosas por el estilo que he escuchado hasta el cansancio. Entonces entendí que nada más tenía que estar haciendo ahí. Que nuevamente, la situación se estaba aprovechando para hacer campaña política, cosa que no me sorprendía. Quizá ilusamente yo, por un momento pensé que era posible hacer una convocatoria CIUDADANA contra la violencia. Porque hasta donde sé, a los delincuentes no se les escapa nadie, ellos no entienden de partidos, de candidatos, de alianzas, de clases sociales, de capitalismo ni de socialismo. Lo único que saben, es que esta sociedad que no logra ni siquiera hacer una voz común de rechazo es el mejor caldo de cultivo para lograr sus objetivos,  que sigamos siendo presa de sus deseos, que reine el desorden y la ingobernabilidad para que ellos tengan campo libre en lo que se decide qué es lo mejor por hacer. Mientras, se decide todo esto, mientras se analiza el mejor “tono” para decir las cosas sin que nadie se ofenda, mientras se habla de pactar o no pactar, que si los gringos violan o no nuestra soberanía, que si estaría bien o mal que los NINIS fueran enrolados o no al ejército, que si debería, o no, implementarse un toque de queda…
Mientras todo eso nos pasa por la cabeza, las cifras siguen aumentando, alguien es asesinado, alguien asaltado en una carretera, otra casa es “cateada” por el ejército por una “denuncia ciudadana”, alguien es retenido por un retén (falso, en el peor de los casos) o simplemente, desaparecido. Mientras, los grupos sociales, aprovechan para hacer campaña… vamos bien.

viernes, 1 de abril de 2011

Que te habla la Señora República











Hace poco tuve un sueño retrospectivo rarísimo, era principios del 94, estaba en casa de mis papás y de repente sonaba el teléfono:
-         Bueeeeeeeeeeeno (pónganle voz de pubertona potosina)
-          ¿A dónde hablo?
-          A casa de la familia Cano (sí, en aquellos años contestábamos así, amablemente, no sentíamos la paranoia de ahora).
-          Me comunica con la señorita Sandra.
-          Ella habla, ¿de parte de quién?
-          ¡Señorita Sandra Cano!!! ¡Qué Gusto! Le habla la República Mexicana
-          La ¿quéeeeeee?!?!?!?!?!?!
-          Sí, no se asuste, le llama la Señora República Mexicana.
En este punto, una risita hizo que casi me cayera del escalón que era como mi oficina de teléfono y que el tinte rojo de mi pelo muy fashion él se decolorara del nervio, tal cual lo veía en el sueño.
-          Dígame Señora República, en qué puedo servirle. Contesté amablemente como me habían enseñado en casa, aunque disimulando el nervio.
-          Señorita Cano pues es que ando promoviendo la ciudadanía mexicana y necesitaba hablar con usted.
-          ¿Conmigo? ¿Y para qué?
-          Ay Señorita Cano, pues es que supe que hace poco cumplió usted 18 años…
-          Sí, estaba en el extranjero cuando eso sucedió, por eso…. (me justificaba)
-          Sí, yo entiendo, por eso no fue por el nuevo invento que acabamos de crear: ¡la credencial de elector con fotografía!
-          Sí, exactamente…
-          Pues es que hoy señorita, le venimos ofreciendo, lo que viene siendo (les juro que así, me lo decía, al más puro estilo de las ventas por TV de ahora) la ciudadanía mexicana y todas sus grandes ventajas, con todos los derechos y prerrogativas que usted gana al tenerla.
-          Oiga Señora República, pero cuénteme ¿qué es lo que ofrece? - respondí, ya entrada en confianza.
-          Pues mire, con la ciudadanía mexicana le damos a usted en primer lugar la oportunidad de votar y ser votada, es decir, ¡de elegir democráticamente a sus representantes! Gracias a las nuevas reformas en materia electoral, ahora sí señorita Cano, nada de que a chuchita la bolsearon, le prometemos respetar el voto.
Gritaba la República Mexicana emocionada.

Yo, un tanto incrédula pero con ganas de tomármela en serio, proseguí:
-          Fíjese Señora República, que desde hace mucho tenía ganas de platicar con usted, es que me late que la dejaron sola, no se vale que usted, que nos ha dado tanto, nadie le responda! Y luego peor, esos señores políticos que se dicen “servidores públicos” salen con cada cosa, no crea, así como me ve de chavilla, me acuerdo bien de cómo se las vieron negras mis papás con las devaluaciones del 82, con las historias horribles de la inflación y la crisis, que si íbamos a administrar la riqueza y ya ve cómo les fue…
-          Sí señorita, ¿qué le puedo decir? – respondía atribulada la República – por eso estoy en plena campaña, necesito urgentemente reconquistar a mi público.
-          Oiga señora República, pero quiero estar bien segura de a qué le voy a entrar con eso de ser ‘ciudadana’ no crea, de repente me da miedo, no quiero yo fallarle.
-          No Sandrita, no se me preocupe, esto no es tan complicado, es cuestión de que usted ejerza sus derechos y cumpla con sus obligaciones, no se meta en broncas, no ande haciendo cosas que no están permitidas por la ley, ni moleste a los demás…
-          ¡Pero si diario veo que hacen eso! ¿cómo? Seré la única que no pueda hacerlo?????? – la República por poco me perdía…
-          No, señorita Cano, es más, para que vea que está bueno esto de la ciudadanía, le garantizo que podrá usted entrar a la ‘disco’ sin problema y consumir bebidas alcohólicas!!!! – ofrecía la República, quien yo creo me conocía bien y sabía cuál era mi talón de Aquiles, a mí la verdad, me dio pena confesarle que no creía que fuera necesario ser ciudadana reconocida por la ley para hacer esas cosas, pero me aguanté.
-          Pues sí señora República, fíjese que sí me parece importante que le haga caso, ya es hora de que siente cabeza, entiendo que usted solita no puede con el paquete, con eso de que el señor Salinas salió con que quitándole 3 ceros a la moneda resolveríamos los problemas económicos, está bien que pasé de panzazo Economía en la Prepa, pero créame que no me explico cómo se supone que eso ayude. Veo mucha injusticia en este país, como lo que sucedió en Chiapas y el levantamiento, acá entre nos, le confieso que hasta que lo ví en las noticias entendí la miseria en la que vive esa gente y no se vale que nadie haga nada por ellos… pero ya en serio ¿cree que yo pueda resolver algo?
-          Es que lo importante es que empecemos poco a poco, con que tú Sandrita (a estas alturas ya hasta me tuteaba la Señora República) estés convencida, yo me doy por bien servida, además date cuenta que esta es lo oportunidad que tienes de exigirle a tus gobernantes ¡que actúen conforme a la ley! – gritaba emocionada – y pues, si tú convences a más gente, ya la hicimos. Piensa que ahora hay más representatividad, las voces comienzan a sumarse, hay más ciudadanos que han aceptado ponerse la camiseta.
-          ¿Está segura?
-          Sí mi Sandy, ya no es como antes, ahora hay más partidos políticos pues ya vieron que esto de la apertura democrática va en serio, así que tienes partidos de Derecha, de Izquierda y de Centro para escoger, piensa bien a quiénes quieres apoyar y ¡a exigirles! – demandaba una República conmovida, casi al borde de la lágrima.
-          No pues sí me late lo que me dice, eso de la ‘apertura democrática’ y el respeto al voto ¡suena de pelos! Se me hace que sí le entro.
-          No sabes cuánto me emociona que aceptes, te prometo que no te voy a fallar, además hay varios grados de ‘compromiso ciudadano’ te puedes sumar al que más te plazca.
-          ¿Cómo está eso de los grados de compromiso? Yo creía que ser ciudadano era sólo de un modo y ya.
-          Pues no, resulta que a como están las cosas, nos tenemos que acoplar a lo que el cliente pida, es decir, que los ciudadanos se pueden comprometer conmigo en la medida de sus posibilidades. Lo ideal es que todos fueran así como los que ya platicamos, pero hay quienes no pueden o no se les da la gana. Me conformo con que voten, paguen impuestos, pues de algo hay que vivir y trabajen por mí, porque luego hay cada gente, que se dice ciudadano y nada, nomás se queja, critica y reclama, pero eso sí, a las primeras de cambio anda viendo como evadir impuestos, tratando de sacar su dinero de aquí y tranzando a quien pueden. También hay otros a los que les hemos quedado remal, no nomás yo, también tú, son esos de los que platicabas, los que nada tienen ¿con qué cara les voy a pedir que exijan, que voten, que pidan que les rindan cuentas, que cumplan con sus obligaciones si yo no puedo cumplirles ni con sus derechos más elementales?
-          Híjole Señora República, ya entendí de qué me habla, conozco muchos de esos que dice, los veo paseándose como si nada y la verdad sí me da coraje, no se me antoja para nada ser de esos ciudadanos y pues sí, entiendo que de algún modo tengo que ver cómo le ayudo con los otros que dice, los más fregados. No está bien que a estas alturas, ellos vivan así, en la miseria. Le prometo que no voy a fallarle, a ver cómo le hago, pero no le voy a quedar mal. Me preocupa eso de exigirles, estar al tanto de lo que hacen los representantes y esas cosas, pero me mantendré informada para ver qué andan haciendo esos señores.
-          Me parece perfecto, así es como se tiene que empezar, no tengas miedo, nada puede salir mal. Esto está empezando a cambiar. Muchísimas gracias por todo, entonces te anoto en la lista de los que sí cuento con ellos, verdad?
-          Esteeeee Ssssí – contesté tímidamente.
-          Ya poco a poco te irás enterando de lo que tienes que hacer. Un gusto saludarte, le mando un abrazo a tus papás y otro a tus hermanas ¡Hasta luego!
Y colgó la Señora República sin darme chance ni de despedirme, como para no dar pie a que me rajara.
De repente me desperté, ¡uuuuy qué sueño tan real! Pensándolo bien, la pobre República tenía razón, híjole tan ilusionada que se escuchaba en que las cosas iban a estar mejor y miren nomás en las que andamos, esos partidos con ideología de derecha y de izquierda, que surgieron muy orondos con la apertura democrática, ahora resulta que se mezclan en cuanto se les planta sin respetar sus principios ¿cómo piensan respetar el voto ciudadano? El que tengamos la facultad de exigirles a nuestras autoridades no siempre ha rendido los frutos deseados, hay algunos políticos que al contrario, ahora hasta son más descarados. Pero eso no quiere decir que debamos darnos por vencidos. Al contrario, ahora contamos con más medios para exhibirlos y denunciarlos, en eso sí nos ha cumplido la Señora República. Lo sé, fueron tiempos difíciles los 90 en cuanto a la transición, no a todos les gustaba, asesinatos políticos a la orden del día que a estas alturas aún no se logran resolver. ¿Qué hicimos con esa democracia? Hay quienes sienten que no nos ha servido de nada, que estaríamos mejor volviendo atrás. Yo no lo creo, estoy convencida de que se ha logrado mucho, pero falta más por hacer. Otra vez, los políticos nos han dejado solos, pero creo que hay muchos ciudadanos, que nos comprometimos en aquellos años y que tenemos la obligación de no bajar la guardia y cumplirle a la Señora República, al menos nos toca poner el ejemplo para los que vienen de que no nos rajamos y sigamos buscando la mejor manera de sacar adelante y cumplir con nuestra parte, para poder entregarle buenas cuentas. No vaya siendo…