lunes, 21 de marzo de 2011

Comenzar por la justicia desde la infancia, el bullying



"Por el alma de una sola niña, hubiera fundado la  sociedad". Magdalena Sofía Barat.
“Es que en la escuela me molestan” tanto padres de familia como maestros y directivos escolares entendemos, o al menos intentamos entender, todo lo que una frase así puede implicar. Desde malos entendidos, disgustos simples, el clásico “córtalas” hasta cosas más serias. Es aquí donde el tacto, la intuición, el sentido común y demás artilugios que una persona madura tiene a mano debe utilizar para entender la sutil diferencia.
El abuso, la violencia, la intimidación y la prepotencia, son cosas de todos los días. Al parecer, eso de ser culturas “civilizadas” ya no lo es tanto, pues la razón comienza a perder terreno y vuelve a valer más el uso de la fuerza para alcanzar metas personales sin importar por encima de quién se tenga que pasar. Así, al más puro estilo de las cavernas. Como todo núcleo social, la convivencia escolar no es más que un simple microcosmos que refleja lo que sucede en el mundo.
Actualmente se habla mucho del bullying, se supone que a estas alturas cualquiera que esté en contacto con estudiantes sabe lo que esté anglicismo define. El problema es que a pesar de tantos análisis, tantas conferencias, tantos libros y tantas cosas dichas por los expertos, no hemos sabido combatirlo de raíz y sus consecuencias cada día son más graves.
Uno de los principales motores de quienes trabajamos con niños y jóvenes o tenemos hijos es la ESPERANZA, definitivamente, si no fuera porque tenemos esperanza en un mundo mejor, no podríamos esforzarnos cada día por cosas que tal vez no vivamos para ver los frutos que rendirán. Pero la cosa se complica cuando estas personas en quien tenemos puestas nuestras esperanzas futuras se sienten vulnerables en su entorno. Entonces ahí, les estamos fallando.
Según la OMS el fenómeno bullying es ya una pandemia, es decir, un mal que se padece en todo el mundo, cuyas consecuencias pueden ir desde ausentismo hasta el suicidio. Sus causas pueden ser diversas, entre las principales se habla de la falta de valores en el entorno familiar, baja autoestima, trastornos psicomotrices, diferentes características físicas, el rendimiento escolar (ya sea porque éste es muy alto, o bien, por bajo) y otros que incluso pueden parecernos absurdos a los ojos adultos, pero que para un menor, son asuntos gravísimos.
Las formas de manifestarse pueden ser muy diversas. Si bien, muchos adultos pueden decir que en la escuela siempre ha habido quien se siente superior, quienes son continuamente molestados, el típico Juan Camaney y los losers, los pleitos entre niños, etcétera. Ahora, las formas en que se “molesta” o se acosa son distintas, mucho más feroces y se hacen valer de modalidades más “modernas”.  Por un lado, se tienen las formas clásicas de bullying, que consisten en molestar continuamente al otro, cada que dice algo, cada que intenta hacer algo, hacerle burla o ignorarlo. Para que este tipo de acoso funcione, se requiere que el bully (acosador) tenga eco, es decir, que se sienta apoyado por otros tantos para lograr su objetivo: hacer sentir mal al otro. Al surgir este acoso, ante las primeras señales, es cuando es más importante la intervención adulta inmediata. No dejar pasar un solo comentario de este tipo. Ya sea si se está en presencia, o bien, si escuchamos o nos enteramos de que algo así sucedió. Es aquí donde se puede hacer la diferencia al detener la bola de nieve a tiempo.
Cuando ya no es suficiente la burla, cuando nadie ha puesto un alto a los acosadores, cuando éstos notan que pueden ir más allá pues no reciben sanciones y deja de ser divertido simplemente burlarse o molestar al otro, entonces, se pasa a otro nivel: la violencia física. Los ataques a quienes consideran inferiores pueden ir de simples golpes al uso de armas blancas. Con las consecuencias que esto puede acarrear y en ocasiones aunado al uso de videograbaciones y fotografías, para que la humillación, no sólo sea momentánea, sino que tenga eco y más gente la “disfrute”. Lamentablemente, cuando el acoso llega a este nivel es porque previamente pasó por las ofensas y burla sin que los adultos supieran actuar en consecuencia, lo cual hace que el acosador (o a los acosadores) sienta(n) que tienen cancha libre para continuar con su intimidación y abuso. Por eso la importancia de actuar a tiempo y demostrar que lo que hacen no está bien y poner un alto.
Mención aparte merece el más moderno método de acoso: el ciberbullying. El uso del internet, los mensajes vía SMS, las videograbaciones que después se suben a portales públicos, los comentarios ofensivos en redes sociales, la creación de “grupos” en los que amparados por el anonimato que brinda la red, se puede destrozar la reputación de cualquiera, las amenazas, el uso de fotografías ajenas con fines inapropiados es cosa de todos los días. Es importantísimo que tanto padres de familia como maestros y directivos conozcan los alcances de la red. No se puede combatir y mucho menos prevenir el mal uso de un medio que no se conoce. Es responsabilidad de los adultos que están en contacto con menores, saber hasta dónde se puede llegar por esta vía. Parece increíble que a estas alturas haya adultos que aún no sepan utilizar estos medios y por lo tanto, no entiendan bien a bien, sus alcances. Es ya una obligación.
Entre las más destacables raíces del acoso y que forma parte de un círculo vicioso terrible se encuentran los trastornos alimenticios, ya sea la obesidad, la anorexia y la bulimia, los cuales aunados a las consecuencias físicas que acarrean, se les debe sumar el acoso o intimidación de los compañeros, lo que lo convierte en una espiral sin fin que puede tener terribles consecuencias. Según especialistas, a los menores con sobrepeso, por ejemplo, no les importa padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes juvenil ni cosas por el estilo. Les preocupa que los molesten en la escuela, que les pongan apodos, que no los incluyan en los equipos. Lo cual a su vez provoca ansiedad, que los lleva a comer, convirtiéndose así, en un círculo sin fin. Algo parecido pasa con quienes padecen bulimia y anorexia, pero en sentido inverso.
Que quede claro, este problema no es exclusivo de un sector socioeconómico en especial, aunque muchos “especialistas” indiquen lo contrario. Lo mismo se manifiesta en escuelas rurales que en instituciones supuestamente muy exclusivas. Es alarmante la manera en la que prácticamente cada semana se sabe, por los medios de comunicación de un nuevo caso de bullying. Pero cuando esto ocurre, cuando se hace público, es porque ya ha causado mucho daño en quien lo padeció. Incluso, a veces estas historias llegan a los medios cuando la consecuencia ha sido la muerte del menor, sin que nadie haya podido hacer nada a tiempo.
Tanto quienes sufren de bullying o intimidación como los intimidadores o bullies reflejan situaciones conflictivas. Detrás de quienes lo padecen siempre hay alguna de las causas antes mencionadas. Pero poco se habla de lo que mueve a los bullies (o bulleadores como se les comienza a conocer ahora en las escuelas) ¿qué los motiva a intimidar? ¿Cuál es la necesidad que tienen que satisfacer ofendiendo y lastimando a los demás? Todos los involucrados en el conflicto requieren atención, pues quien necesita intimidar o acosar a otros está buscando llamar la atención de los demás, escondiendo seguramente algún trastorno o situación que requiere tratamiento inmediato.
Como padre de familia y como maestro siempre que conocemos de un caso así inmediatamente pensamos en la manera de proteger a la víctima. Las campañas que intentan erradicar el problema se centran en ellos. Qué bueno que sea así, al menos debemos tener la capacidad de ofrecer esto. Pero es también importante el trabajo que se haga a tiempo con los intimidadores o acosadores. Ni las expulsiones escolares ni el uso de más violencia son soluciones eficaces a este problema. En realidad se convierten en un parche nada más e implican soltar al mundo a quienes después consideran fácil delinquir como modo de vida. Es decir, seguir haciendo uso de la fuerza y la violencia para lograr sus propósitos. El rechazo no es solución, implica más violencia. Además, el enseñar a los menores ofendidos a “defenderse” utilizando más violencia no lleva a nada.
De momento, en nuestro país, la erradicación de este problema por parte de las autoridades no se ha manejado adecuadamente, por un lado, las autoridades educativas en caso de que el acoso o intimidación salga de las instituciones escolares dejan de considerarlo problema suyo. Por su parte, la Secretaría de Seguridad y Procuradurías de Justicia estatales se evaden cuando se trata de amenazas (cosa que en muchos estados no está penado por la ley) y se lavan las manos y más al estar involucrados menores de edad. Por lo tanto, la respuesta, la forma de atenderlo y de erradicarlo está actualmente sólo en manos de nosotros. Atender esta situación a tiempo, hablar con los menores, preguntarles por lo que sucede en la escuela, mostrar interés real por lo que nos cuentan. Dar importancia a cualquier señal que pueda indicar que las cosas no andan bien. Acudir a las autoridades escolares sin causar alarma, en el caso de los padres de familia. En el caso de los maestros y autoridades escolares, es importante llamar inmediatamente a todas las partes por separado, escuchar todas las versiones y actuar en consecuencia. Mostrar que se tendrá una política de cero tolerancia contra los abusadores, sin que esto implique el uso de violencia o la expulsión, sino el establecimiento de un programa de regeneración para que entiendan la situación y el grave problema que se puede causar. Establecer programas enfocados a este aspecto, hacerlos públicos y dar la importancia que merecen los primeros comentarios ofensivos de donde el bullying puede partir.
Aquí cabe hacer hincapié en el papel fundamental que juegan los testigos en estos casos, son ellos quienes pueden hacer la diferencia, es por eso que debemos estar atentos a lo que tengan qué decir. Debemos enseñar a los(as) chicos(as) a diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal. A no tener miedo a denunciar a los abusadores aunque el abuso no vaya en contra suya sino de alguien más. Aquí, no vale el “no te metas” o “ése no es asunto tuyo” al contrario, esto es asunto de todos y a todos nos afecta. Por eso es que todos estamos involucrados y en manos de quien denuncie o acuse está el que esto se detenga a tiempo. Hay que demostrarles que es más valiente quien demuestra respeto y lucha por él que quien calla y esconde a los culpables.
Como en muchas otras situaciones que actualmente vive el país, la solución está en manos de la sociedad civil, no podemos, desafortunadamente, esperarnos a que las autoridades actúen. Hay que echar mano de todos medios que están a nuestro alcance para resolverlo. Acudir en primera instancia a las autoridades escolares, pedir apoyo, levantar la voz y estar al pendiente de lo que suceda después. De momento, sólo puedo ofrecer el teléfono de atención que ofrece el INPOJUVE en San Luis Potosí para atender estos casos, ofrecen asesoría jurídica y psicológica, de ahí se puede partir: 018005057444. Desafortunadamente, desconozco si en los demás estados del país se cuente con un servicio semejante. Lo importante es enseñar a los niños a hablar, a denunciar, a no quedarse callados y mostrar respeto por sus problemas. Lo que para nosotros adultos es algo pequeño, para ellos puede significar el fin del mundo y las consecuencias, pueden ser así, pueden llevarlos al fin de SU mundo. No lo permitamos más.

martes, 8 de marzo de 2011

Narcos, mujeres y moras

En estos tiempos los jóvenes piensan que el dinero lo es todo, algo que comprueban cuando se hacen mayores. Wilde
Últimamente le he dedicado muchas horas a esto de la delincuencia, la guerra contra el narco y las injusticias de nuestro sistema judicial, horas de plática, de reflexión seria, horas de clase y hasta horas de mi rutina habitual al tener que hacer cambios de planes por las circunstancias que se viven.
Los politólogos serios, los caricaturistas y muchos otros han hablado hasta el cansancio de las fallas de esta guerra, de sus terribles consecuencias y diario podemos constatar cómo nos afecta en nuestra vida diaria. Lástima que quienes toman las decisiones al parecer no se han detenido a leer o escuchar a los especialistas para tomar una decisión sustentada y seria al respecto. Tantita menos soberbia de su parte nos caería a todos muy bien.
Ahora la reflexión va en otro sentido, en el moral, en una de las causas que nos ha llevado a donde estamos, me explico: a últimas fechas, prácticamente diario vemos detenciones de jefes de mafias, parece que la guerra va contra el monstruo de las mil cabezas pues los operativos del Ejército, la Policía Federal o la Marina, siempre terminan con el asesinato o la detención de la “cabeza” de la banda X, uno pensaría que esos líderes son malhechores con oscuro pasado, gente que ni en su casa la querían pero resulta ser que no. Resulta que los malosos son GCU (Gente Como Uno) dirían en mi pueblo. Entonces, aquí es donde me entra la crisis existencial y retomo algunos aspectos del compromiso moral que, creo, tenemos como sociedad.
Brevemente, porque esto no se trata de educar a nadie, me remito a las etapas o estadíos evolutivos del razonamiento moral propuestas por Lawrence Kohlberg, psicólogo estadounidense quien establece que el desarrollo moral de una persona evoluciona conforme a su madurez.  Así, Kohlberg propone que la moral, esa que reconocemos y que no es precisamente un árbol que da moras como diría un paisano mío de cuyo nombre no quiero acordarme, es la que nos hace reaccionar de determinada manera ante determinadas circunstancias, tomando en cuenta nuestra madurez, nuestro bagaje cultural y otras cuestiones. De este modo, según Kohlberg , se distinguen 3 grandes niveles, cada uno de los cuales, a su vez, está subdividido en dos estadíos.  El nivel  preconvencional  (en el que las normas se acatan según el premio o castigo), el convencional  (la etapa de identificación con el grupo, las normas se acatan según sea esto bien o mal aceptado por el núcleo social de convivencia cercana)  y el nivel posconvencional (cuando los principios racionalmente escogidos pesan más que las normas y se logra la toma de conciencia de niveles éticos universales). Estos niveles de madurez, aplican en términos personales y nos hablan de un nivel ‘ideal’ de razonamiento moral, el posconvencional. Es aquí donde el pánico cunde, al reconocer que nuestra sociedad generalmente no pasa del nivel preconvencional. Seguimos acostumbrados a actuar con base en premios y castigos, nada más, si acaso, nos acercamos al nivel convencional, pero hay todavía muy pocos que han logrado brincar al posconvencional.
Es por eso que nos cuesta tanto cumplir las normas, acatar leyes y esas cosas terriblemente aburridas e inútiles para muchos. Por eso nos parece mucho más sencillo culpar a las autoridades de todos nuestros males y no somos capaces de reconocer en qué estamos fallando y pongo un ejemplo: Cuando pensamos en narcotraficantes, delincuentes, “lugartenientes” (bonito término) y demás malosos es fácil pensar que no tenemos nada que ver en el asunto. Que si delinquen es porque la ley y las autoridades lo permiten y que estamos muy lejos de formar parte del círculo cercano a la delincuencia. Pero cuando menos pensamos, resulta ser que tenemos a los delincuentes más cerca de lo que creemos, que a veces son nuestros vecinos, y peor aún ¡nuestros amigos! Entonces, ¿qué pasa con aquellos principios morales y éticos que se supone nos guían? ¿Dónde dejamos todo lo que nos enseñaron en casa?
Una forma común con la que se justifica el fácil acceso a la delincuencia por parte de muchos jóvenes en nuestro país es la falta de oportunidades, no se necesita mucho para entender que efectivamente, el campo mexicano está abandonado, las oportunidades de empleo distan mucho de ofrecer un panorama atractivo para quienes viven en los niveles socioeconómicos más bajos para salir del hoyo. Entonces se puede entender, aunque no justificar, el que muchos prefieran unirse a un cartel o a un grupo delictivo que estudiar y trabajar. Pero, ¿qué pasa con todos los que tienen prácticamente todo al alcance de la mano y deciden unirse al club de los malos? La avaricia y la falta de principios nunca han sido una buena combinación.
Es importante entender el papel que desempeñamos como sociedad en esta guerra, no quedarnos con los brazos cruzados, viendo pasar los muertos. En nuestras manos está el poder de denunciar lo que no nos parezca correcto, no debemos aceptar ni ver como normales ciertos actos, ciertas actitudes. Es la única forma que tenemos para contribuir a arrancar esto de raíz ¿si no lo hacemos nosotros, quién?
¿Qué pasa con las novias y esposas de estos delincuentes? Leyendo un artículo de Lydia Cacho, La mujer del sicario reconozco que en este país, con una sociedad en la que aún quedan muchas reminiscencias machistas, es difícil hablar de toma de decisiones en este sentido.
Por eso, hoy, especialmente, pienso en la importancia del papel de la mujer en la toma de decisiones, en éste y en muchos otros aspectos. Pienso en la mujer como formadora, como ejemplo y como ser independiente, capaz de tomar sus propias decisiones.
Desgraciadamente, no considero que el Día de la Mujer sea un día para celebrar, no hay mucho que celebrar, las cifras así lo demuestran, es necesario, más bien conmemorar.
Mientras haya mujeres en las cárceles de este país detenidas por tener vínculos con la delincuencia porque “no sabían” a qué se dedicaba su pareja, tendremos algo que conmemorar.
Mientras haya homicidios y otros delitos por cuestiones de género, tendremos que conmemorar.
Mientras haya mujeres como Laurita, madre de 3, quien decidió abandonar a su marido porque la golpeaba, dejar a sus hijos en un albergue y venir a trabajar (afortunadamente cuento con su apoyo en casa), tendremos que conmemorar.
Mientras haya mujeres acosadas, sometidas, limitadas, en algún sentido, que se enfrenten a alguien que se cree superior simplemente por el hecho de ser hombre, tendremos que conmemorar.
Mientras haya empresas o instituciones que pidan certificados de no embarazo al contratar, que no otorguen las mismas prestaciones sociales ni sueldos a sus empleadas que a sus empleados (como seguro de gastos médicos con cobertura al cónyuge, por ejemplo) tendremos que conmemorar.
No nos callemos, nunca dejemos de levantar la voz para denunciar lo que no nos parece correcto. Nos afecte directamente o no. Es la única manera de evolucionar como sociedad. El la única forma de llegar a un nivel posconvencional de razonamiento moral. Mi reconocimiento y admiración a quienes así lo hacen todos los días, a las demás, sigamos el ejemplo, demos el salto.